1.
No evaluar correctamente el
nivel de protección. Los trabajadores tienen que estar protegidos de todos
los riesgos que pudieran tener, de acuerdo a la labor que realicen. Para esto
hay que tener en cuenta si trabajan en espacios cerrados o al aire libre, si
soportan lluvia y viento, si están expuestos a elevadas temperaturas, o si
necesitan un gran nivel de visibilidad porque se desempeñan en la vía pública.
La seguridad es la prioridad, y para eso es preciso determinar el posible nivel
de daño de los factores externos y los peligros usuales a los que se exponen.
2.
Dudar entre priorizar el
precio o la calidad. Este es un dilema frecuente de los empresarios de
pequeñas y medianas empresas. Hay que recordar que en la mayoría de los casos,
“lo barato sale caro”. A veces conviene tener una pequeña diferencia en el
costo y comprar uniformes de trabajo de calidad, que sean resistentes y que
tengan triple costura, cinturas reforzadas y buenos cierres. También hay que
valorar que conserven su forma y que no sean susceptibles a roturas o
rasgaduras.
3.
Elegir indumentaria unisex
en vez de ropa femenina. A menudo el personal femenino tiene que
conformarse con indumentaria de trabajo unisex, que le queda demasiado grande,
le es incómoda y no le agrada. Lo mejor es escoger ropa diseñada especialmente
para la mujer, que se adapte al cuerpo de ellas, y que al mismo tiempo resulte
fácil de mantener, confortable y actual.
4.
Minimizar el valor de la
estética. Muchas veces optamos por la funcionalidad y la seguridad, pero
dejamos de lado el diseño. La diferencia es notable cuando los empleados usan
una prenda con tela de calidad, bien terminada, con hilos y botones a tono, con
forros especiales, y personalizada con los distintivos de la empresa. Los
trabajadores son la cara visible de la firma, y con su ropa de seguridad la
representan y transmiten su imagen.
Más
información en: http://indumentariasegura.com.ar
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